Forensic Anthropology Vol. 5, No. 3: S153–S154

DOI: 10.5744/fa.2022.4000b

INTRODUCCIÓN

Introducción

Derek Congrama,b

Cuando inicié mi carrera profesional de forense en Bosnia en 1999, acababa de terminar mis cursos y trabajo de campo de maestría, y me sentía bastante preparado, hasta que—a 10 minutos de haber empezado—me di cuenta de todo lo que aún me faltaba por aprender (aprendizaje que aún hoy continúa). Fui en ese entonces extremadamente afortunado de ser parte de equipos de campo y morgue con colegas sur y centroamericanos.

Diez años después, en el año 2009, dirigí un curso de excavación de fosas comunes para científicos forenses gubernamentales en Colombia. Después de un par de días de curso, me volví a dar cuenta de que los “estudiantes” sabían igual o más que los “maestros”. Casi una década después de ésta experiencia, en el 2017, volví a Colombia, esta vez para trabajar con el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) como director de un equipo de tres antropólogos forenses, uno de los cuales, Ángel Medina, había trabajado en la antigua Yugoslavia y otro, Juan Felipe Berrío, había sido estudiante en el curso de fosas comunes del 2009. El tercero fue Pedro Pérez Torres, coautor de la biografía de EAAF de esta edición especial. En los tres años y medio de estar con este equipazo pequeño, reclutamos a dos increíbles forenses más de la Fiscalía de Colombia: Liliana Alvarez y Juan Benavides Caro.

Entre 2006 y 2009, hice mi investigación de doctorado en España. Allá el equipo era de la Sociedad de Ciencias Aranzadi del País Vasco (http://www.aranzadi.eus/), en el cual el Dr. Francisco Paco Etxeberría dirigía los equipos encargados de la excavación de fosas clandestinas creadas durante la guerra civil española y la violencia de la posguerra. Lo mire sacar una aspiradora para limpiar el sedimento suelto de los esqueletos—algo de lo que solo había leído (Hochrein 2001)—antes de darles una visita guiada a los familiares a la fosa (siempre el profesor, cautiva a su audiencia y muestra con el ejemplo que la legitimidad del trabajo está en su cercanía con las familias de las víctimas).

Siempre he tenido muchísimo respeto por los científicos forenses de América Latina y España: muchos lo han visto todo, pero lo asumen como si fuera nada. Su filosofía es a menudo bien distinta al modelo convencional anglosajón que tiende a poner la cinta amarilla alrededor de la fosa para que las familias queden fuera. No obstante, tal vez lo más significativo dentro de las cosas que me llaman la atención de los forenses en América Latina, es la falta de programas de formación forense para países con necesidades apremiantes.

Muchos científicos del estado y organizaciones no-gubernamentales (ONGS) trabajan sin cesar, caso tras caso. La falta de programas académicos, el relativamente poco tiempo para llevar a cabo investigaciones académicas y la inexistencia de tiempo o de incentivos para publicar, hacen que los anglófonos sepan poco de su vasta y profunda experiencia. Esta es la inspiración detrás de la edición especial de Forensic Anthropology. La condición fue que si íbamos a compartir sus experiencia e ideas, también había que publicarlas en su idioma materno.

En esta edición leemos como Fortuna et. al. nos da una visión de conjunto impactante de la escala del problema de desaparición y muertes violentas en México, a pesar de los avances recientes en el país para afrontarlo, el problema no disminuye. También de México, Caballero Valencia y Landa Juárez proponen un método de investigación de campo desarrollado en los EE. UU. Tristemente, y a pesar de la existencia de pericia de clase mundial y una abundancia de recursos, en muchas jurisdicciones norteamericanas las autoridades simplemente no emplean dichos métodos. Es aún más llamativo, entonces, ver la propuesta e implementación de estos estándares en otros países “menos desarrollados.”

Molina et al. presentan un experimento novedoso. No solo está el diseño de investigación multidisciplinario bien pensado, sino que también atacan un tema “gris” en términos de responsabilidades en el análisis forense, el de la ropa. Según los autores, este es claramente el rol del arqueólogo que se especializa en el análisis de cultura material y que provoca preguntarse lo que están haciendo los arqueólogos norteamericanos y europeos que podrían aprender de Latinoamérica.

Otra zona “gris” en las ciencias forenses la presenta Serulla Rech: el análisis forense de restos humanos que son reliquias religiosas. Quiero reconocerle al Dr. Serulla Recha haber sido el primero en entregar un manuscrito para esta edición especial y quien fue extremadamente rápido con sus revisiones. Así, él ha tenido que sufrir la espera más larga por su diligencia, mitigada sólo levemente por el hecho de que el caso es de 1991. Cuando consideramos que “forense” simplemente se refiere a lo legal (en contraste con la percepción más común de penal), reconocemos la pertinencia de tales casos en nuestra disciplina.

Reyes Baeza habla de las necesidades interpretativas (cf traducidas) cuando recolectamos información antemortem, como con las personas sujetas de investigación forense quienes a menudo son poblaciones marginalizadas, de proveniencia distintas a la de los investigadores. Este desafío es claro para los involucrados en investigaciones internacionales o en países con grandes desigualdades basadas en etnia, raza u otra identidad. Incluso en la progresiva Canadá, una revisión judicial de una investigación de homicidio en serie mostró que la policía tiene problemas graves a la hora de entrevistar personas de la comunidad LGBTQ2+ por la desconfianza y falta de empatía demostrada por estos investigadores (Epstein 2021).

Cuando la sesión del American Academy of Forensic Sciences cambió el nombre de “Antropología Física” a simplemente “Antropología”, fue un reconocimiento a la naturaleza multidisciplinaria de la antropología que este y otros artículos en esta edición corroboran. Que guste o no, no podemos negar la importancia—posiblemente esencial—de la adopción de métodos y perspectivas de nuestros colegas en antropología cultural.

Por supuesto, para muchos antropólogos forenses norteamericanos, el punto de conexión obvio entre América Latina y Norteamérica es Clyde Snow (Reyes Baeza, esta edición; Pérez Torres & Congram, esta edición). Aunque Snow no “creara” la antropología forense en América Latina, ciertamente la ayudó a echar raíces. Lo que ha crecido durante las décadas desde su primera intervención es un testamento a la perseverancia de los antropólogos forenses en América Latina, visto en el caso particular de Luis Fondebrider, cofundador y antiguo presidente del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y quien asumiera recientemente la posición de jefe de la unidad forense del CICR.

Estos artículos van complementados de una biografía del EAAF. Todo el mundo sabe del EAAF, pero tal vez sin conocer al EAAF y sus esfuerzos fundacionales y orientación son ejemplificantes para nuestra disciplina.

Estos artículos iluminan un poco el trabajo extraordinario en América Latina, pero también los desafíos necesarios e intimidantes para la región: la necesidad de más recursos, de más formación forense especializada e investigación académico-científica, de mejor colaboración interinstitucional, un aumento en el número de especialistas (ej. Arqueólogos y antropólogos forenses), y un trabajo interdisciplinario hacia la identificación, entre otros.

Debo disculparme con los autores. Esta edición duró mucho más tiempo en imprimirse de lo que imaginábamos— demasiado tiempo— y comparto responsabilidad en ello. Sería trillado echarle la culpa a la pandemia.

Quiero agradecer y reconocer a los revisores por par; también agradezco a la Dra. Devin Finn quien balanceo una recién nacida con las traducciones. Corrí para preparar la propuesta para fondos para traducciones del Humanitarian and Human Rights Resource Center del American Academy of Forensic Sciences (AAFS HHRRC), pero fui engañado por un sistema en línea automatizado que subestimó en gran medida lo que costarían dichas traducciones. Mi agradecimiento a AAFS HHRRC por otorgármelo que pedí y un agradecimiento especial a la delegación del CICR en Colombia por subsanar los costos adicionales de las traducciones.

¡Espero que disfruten de esta edición! Y ojalá provoque más intercambio regional en antropología forense.

Referencias

Epstein GJ. Missing and Missed; Report of the independent civilian review into missing person investigations. Available at: https://www.missingpersonsreview.ca/report-missing-and-missed. Accessed 11 June 2021.

Hochrein MJ. An autopsy of the grave: Recognizing, collecting, and preserving geotaphonomic evidence. In: Haglund WD, Sorg MH, eds. Advances in Forensic Taphonomy: Method, Theory, and Archaeological Perspectives. Boca Raton, FL: CRC Press; 2001.

aComité Internacional de la Cruz Roja, Bogota, Colombia

bDepartmento de Arqueologí, Simon Fraser University